Al parecer vuelvo a este blog cada año, o cada que las emociones o sentimientos comienzan a desbordarse y yo no puedo con mi desesperada humanidad.
He aquí que estoy de regreso, pensando en lo que ha ocurrido desde la última vez que escribí, en 4 días será un año, poco o mucho las palabras están dando vuelta en la cabeza, se amontonan, giran, callan, susurran, se inquietan y mueren.
A la mala aprendí que debo dejar de hurgar en los recuerdos, tanto los propios como los ajenos, porque te puedes llevar sorpresas y entender eso de que la curiosidad mató al gato, aunque en mi caso sólo mató las posibles sonrisas, despertó las dudas y dejó una terrible incertidumbre.
También puedo decir que dejé al fantasma que arrastré durante ocho años, se me perdió en el camino, tomamos caminos diferentes y sin darme cuenta avanzamos sin que nuestros pasos lograran coincidir una vez más.
Creo que desde siempre he estado en lucha contra las palabras, desde que recuerdo les huyo, me las trago, las aborrezco y las amo, creí que me bastaría con leerlas, no esperaba que poco a poco se anidaran, y de qué manera, y sin permiso, en los poros de una piel cada vez más desgastada. No había entendido hasta qué punto el silencio se convierte en enemigo, en qué momento los gritos ya no son suficientes porque no hay quién los escuche, o quién los ignore. Dejaré, entonces, estas palabras para otros labios que no sean los míos, para otra voz que les dé sentido.
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