En Cortazar, indepedientemente del 1 y 2 de noviembre, se va al panteón el segundo lunes de noviembre, le conocemos como “Día del aniversario”, no estoy segura de dónde surge este término, pero imagino que nos esperamos a esta fecha porque los días de feria se mezclan con los días de recuerdos. En mi memoria tengo presente que en las calles que conducen al panteón (al viejo y al nuevo) se encontraba de todo: buñuelos, veladoras, nube, gorditas, botes para poner las flores, pastel, cempasúchil, claveles, rosas, incienso… era una mezcla de olores que se combinaba con la añoranza. Mi abuela se iba temprano al panteón a limpiar las tumbas de los suyos, el primer paso dentro del cementerio me hacía estremecer, pero entre los tríos, mariachis, grabadoras con la música que más gustaba, el shshsh shshsh de las escobas en el cemento frío de los queridos, niños ofreciéndose (a cambio de unas monedas) a llevarte agua a la tumba y las voces temblorosas rezando el rosario, recordaba que est
En los ojos del abuelo se encontraba el mar, yo no sé si él lo sabía porque sus oídos, hacía tiempo, habían dejado de escuchar . Don Boni iba de rancho en rancho vendiendo medias, servilletas, peines y agujetas, cuando regresaba a casa sus nietos corríamos a su encuentro para ayudarle a cargar (arrastrar) las cajas de cartón a cambio de unos chicles. Es inevitable pensar en las canicas, en los yoyos, en cómo nos enseñó a bailar el trompo, en las historias que nos contó bajo el mezquite, en la ceja blanca y la ceja negra, la enorme sonrisa y aquel sombrero que conservo. El Güero fumaba sus Faros, aun cuando el humo ya había hecho estragos en la salud, se sentaba en la entrada de la casa y “escondía” el cigarro para que no sospecharan que seguía fumando, cosa curiosa, porque en su espalda una estela gris lo delataba. Abuelo, las cajas de cartón siguen arriba del ropero y tus nietos e hijos seguimos hurgando en ellas, pero ninguno desata los nudos porque nos da miedo