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No son los mismos días, aunque lo parezcan.


Dice mi calendario que se me han escapado los días y ya es junio. Y no es el junio de su cumpleaños, ni el junio del no cumpleaños de ella, porque debió ser ella, porque alguna vez, en otro día que no es ahora, la soñé.
Tampoco el junio de 2012, en donde mis días tomaron un camino diferente al del fantasma de tantos años, aquel fantasma que anduve arrastrando a través de los espejos, no es ese junio en el que me liberé del peso de la ausencia, para estamparme con un rostro lleno de otoños, del que aprendí tanto y me ayudó a construir otra historia. 
No es aquel junio de enfermedades, llantos, decepción. No son los mismos días, aunque un día se parece a otro, y a otro, y a otro y parece que volvemos siempre al inicio, a los mismos miedos, a la mierda de todos los días, el mismo infierno en las calles, la misma, y tan recurrente, soledad en las sábanas; sin embargo, no son los mismos días, en estos ya hay una que otra sonrisa. 
Este es el junio de Mundial, algunos verán el fucho y otros tantos se quejarán. También veré el fucho, porque me gusta; y también seguiré pensando que con, o sin, mundial, nos ensartarán con las reformas. Supongo que cada uno vive la realidad que quiere; unos en la negación, en el "aquí no pasa nada" y otros, en el por qué  las personas no hacen nada para intentar un cambio, qué se yo.
Creo que yo he estado en ambos lados, aunque se dude, ja.
Hace unos días me preguntaba cómo es que nos acostumbramos a pertenecer estáticos, a aceptar que nos jodan, a veces creo que nos gusta, quién sabe.

Y mientras veo cómo los días siguen pasando por mis dedos, por mis labios, por mi cabello; mientras espero que esos largos brazos aparezcan pronto, porque se les extraña, mientras todo y mientras nada, sonrío, y le (te) escribo:



Mejor tus labios que los días de alcantarilla
y disparos de ausencia;
los atardeceres con nube de coral
sobre el rojo constante de las calles vacías.
Mejor tu silencio que las ráfagas de odio 
que envuelven los abrazos.

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